Cada una de nosotras tenemos un esquema mental producto de nuestras experiencias y educación, que nos hace ver el mundo e interpretar todas las vivencias que tenemos de cierta manera.
- Todas tenemos una historia de vida que contar, tenemos experiencias positivas y negativas que nos han afectado, y en base a las cuales reaccionamos a todos los estímulos que se nos presentan diariamente.
Si decido vivir en base a mis recuerdos, me estoy resignado a ser de cierta manera, a responder de la misma forma siempre, a seguir una línea de comportamiento y actitudes marcadas por la forma en que siempre lo he hecho.
- Si decido vivir por la fe, voy a creer lo que Dios dice acerca de mí, tengo valor por ser su hija y estoy segura que existe un maravilloso diseño para mi vida. Si vivo a partir de la fe voy a creer en un futuro y un destino diferentes donde no existe los imposibles ni las limitaciones. ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!
- Si decido vivir por la fe, voy a ser responsable de mi vida y no voy a culpar a la suerte, al destino o a otras personas por mis circunstancias actuales. Sabré escoger mis decisiones, actitudes, carácter, pensamiento y mis respuestas y tratare de influenciar positivamente en mi círculo: familiar, laboral, social.
- Buscaré la serenidad interior para aceptar las cosas que no puedo cambiar, y le pediré al Señor el valor y la fortaleza para cambiar lo que sí puedo cambiar.
- Si vivo por la fe, decido ser feliz con las circunstancias actuales de mi vida, y con lo que está en mis manos. Comprendo que la felicidad es un estado interior, no un lugar al que quiero llegar, dejo de aferrarme a las personas y las cosas que creo que me darán la felicidad.