Todas vivimos con cosas que nos gustaría cambiar y que hemos intentado suplir con lo que el mundo ofrece: compras, el esposo, los hijos, el trabajo, estudios, comida, relaciones, etc. Todo queriendo compensar lo que no nos gusta o creemos nos hace falta y tratando de alcanzar los parámetros de belleza del mundo.
La belleza va más allá de lo que se puede tocar; es la belleza que produce un alma prospera. Puedes tener bienes materiales, ser muy bella pero aun así sentirte vacía e incompleta.
¿De qué sirve ser alabada por la belleza física si terminas sola, amargada, resentida, deseando que alguien llene el vacío? Cuando el corazón está vacío, te sientes sola y esperas que los demás lo llenen. Esperas de lo que otros pueden dar y hacer.
Cada mujer es bella; Dios sabe lo que ha puesto en ti. Si naciste de nuevo, tienes una alma renovada y su prosperidad dependerá de lo que guardes en tu mente y corazón. Tienes batallas en tus pensamientos y tú los escoges. Tú determinas lo que le permites hacer a Dios en ti.
No puedes ser bella con pensamientos y un vocabulario tóxico. Para ser bella y única debes vivir de acuerdo con el diseño de Dios.
Dice su palabra en Proverbios 31:30…
Engañosa es la gracia y vana es la hermosura;
la mujer que teme al SEÑOR, ella será alabada.
La belleza exterior no perdura, se desgasta con el paso del tiempo y con las experiencias vividas, pero la belleza del alma no se pierde por la edad, el sufrimiento o las vivencias. Dios dice: La mujer que me teme «será sumamente alabada». Habrá situaciones que querrán debilitarte, pero la mujer que teme al Señor esa será alabada.
Sé consciente de tu diseño para vivirlo. Dios no solo lo pensó, lo plasmó en Las Escrituras. Tu valor es más grande que las piedras preciosas.