Mantén la calma

Manten la calma

Deja la ira, y desecha el enojo; No te excites en manera alguna a hacer lo malo.

Salmo 37:8-9


En nuestro diario vivir nos encontramos con situaciones que alteran nuestra calma, nos enojamos y perdemos la paz. La Biblia nos da un mandato, nos recomienda mantener la serenidad en momentos cuando la convivencia pacífica es difícil. Si nos movemos por principios, no vamos a seguir el impulso de las emociones y no dejaremos que ellas se apoderen de la razón. Tampoco debemos imitar las prácticas de aquellos que viven según sus propias reglas sin tomar en cuenta la guía de la palabra de Dios.

Las emociones no son buenas consejeras, recuerda que son variables, un momento están y al siguiente ya han cambiado. Si dominan tus acciones te sentirás avergonzada de haber hecho algo inadecuado. Cuando la ira te domina, estás poniéndote al mismo nivel que un animal irracional, actúas sin conciencia y puedes dañarte a ti misma y dañar a los demás.

No toleres el abuso, pero enfréntalo con serenidad, nunca pierdas el control y dominio propio. Rompe con los viejos esquemas mentales que están dominando tus pensamientos y alimentan tus emociones negativas.

Llena tu mente con la verdad contenida en la palabra de Dios, enfrenta con ella los viejos mensajes de ira, resentimiento, venganza. No seas esclava de tus pasiones, vive en la libertad que solo Dios te puede dar.

Las palabras hirientes son semillas que estás sembrando y te darán una cosecha de dolor, no solo dañan a quien te escucha sino también a ti. Las palabras que pronuncias muestran el estado de tu corazón. Analiza el origen de la ira, y deja que el amor incondicional de Dios sane tu alma herida.

No pases por alto tus sentimientos, pero tampoco permitas que te controlen. Tú eres responsable de tus emociones, no culpes a otros por tu mal carácter, amargura, frustración. Tú los originas, nacen de tu corazón en respuesta a un estímulo. Hazte cargo de ellos, solo tú los puedes cambiar. Son conductas aprendidas en tu niñez, muestras inmadurez cuando atribuyes a otras personas la responsabilidad de tus emociones.

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