Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.
Juan 15:5
La soledad puede ser una buena compañía cuando nos ayuda a crecer, a poner nuestras prioridades en orden, a buscar a Dios. Pero la soledad espiritual nunca es buena, la independencia de Dios nos convierte en personas inútiles, improductivas, vacías. Cuando actuamos independientemente de Dios corremos el riesgo de equivocarnos, de salir heridos o de cometer errores que afectaran nuestro futuro.
La única garantía de tener éxito es cuando atendemos a los principios bíblicos, cuando nuestra vida se fundamenta en valores eternos como la fidelidad, la verdad, el respeto, la dignidad y muchos otros que solo podemos recibir al tener intimidad con Dios en un tiempo especial de oración y meditación de su palabra. El es la fuente que puede saciar la sed de nuestra alma, en ningún otro lugar lo podemos lograr, no lo encontraremos con las personas, no lo encontraremos en el bullicio de fiestas o reuniones sociales, no lo encontraremos en la peluquería o en el cine. Solo a los pies de Jesús vas a encontrar lo que necesitas para sentirte plena y realizada, y así garantizarás que podrás tener una vida llena de mucho fruto.