La palabra “alabanza” aparece en muchos pasajes, tanto del antiguo como del nuevo testamento, esto nos demuestra la importancia de la adoración y la música en el culto al Señor.
La palabra hebrea para “alabar” es hallel, y significa entonar un cántico de alegría y gritar de júbilo. Un corazón agradecido nos lleva a elogiar y aclamar a Dios no eventualmente sino como un estilo de vida permanente.
“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”.
Salmo 34:1
ACTITUD DEL ALABANTE
Cuando alabamos a Dios expresamos nuestro reconocimiento por el favor y bondad recibidos. Somos agradecidos por todo lo bueno en nuestra vida y aun por lo que no parece bueno, porque sabemos que Dios todo lo transforma en bendición.
Alabanza es mucho más que cantar; es el reconocimiento de la grandeza del Señor, de su amor y de su presencia. Le alabamos con todo nuestro ser y con todas nuestras fuerzas. Lo hacemos con alegría, con sinceridad, con discernimiento buscando estar en la presencia del Señor.
EL PODER DE LA ALABANZA
Cuando se alaba a Dios se rompen las cadenas, los yugos caen, nuestra fe se alimenta, somos renovados en el espíritu. La alabanza cambia las cosas, los ambientes, las circunstancias. Cuando alabamos entramos en el mundo espiritual y Dios se hace presente en el escenario de nuestra vida.
Eso sucedió cuando Pablo y Silas en aquella cárcel fría y oscura comenzaron a entonar un canto de alabanza a Dios, su canto traspaso los limites naturales y provoco la intervención sobrenatural de Dios; vino un terremoto que sacudió los cimientos de aquella prisión y rompió las cadenas de Pablo y Silas y de los demás presos.
¡Milagros ocurren cuando alabas a Dios!