La mayoría de las cosas que perseguimos en la vida, como trabajo, relaciones, dinero, las hacemos porque creemos que nos darán felicidad. Llegar a ser felices es una gran motivación.
Creemos que mientras más cosas tengamos como: un auto, una casa nueva, más comodidad, mejores vacaciones, un esposo, un hijo, un título, etc. más felices seremos.
Salomón, el hombre más rico que haya vivido jamás afirma que la vida, la fama, los placeres, los bienes y las riquezas, son una vanidad. Y concluye diciendo en Eclesiastés 12:13 «El fin de todo discurso oído es este: Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque esto es el todo del hombre.«
Mira tanto afán, trabajo, desvelos para alcanzar todo lo que se propuso, y lo que esperaba le dé felicidad sin límites al final le produjo hastío y aburrimiento. Al concluir su discurso, después de haber tenido todo lo que se propuso, admite que esto no le dio la felicidad ansiada y reconoce que lo que el hombre necesita es ser temeroso de Dios y guardar sus mandamientos. Creo que tiene que ver con vivir con propósito.